PRESENCIA VIVA DE LA CABALA II
LA CABALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

CAPITULO VII
LA CABALA EN FRANCIA

Jacques Lefèvre D'Etaples

Este es un personaje cabeza de serie del Renacimiento en Francia, pionero en la nueva manera de encarar la exégesis del pensamiento y la forma de transmitirlo; uno de esos seres con una visión y perspectivas universales que podría ser estudiado desde diversos ángulos, incluido también el político y el religioso. Pero en la línea de nuestra exposición no nos fijaremos en tal o cual particularidad, sino que presentaremos los distintos frentes en los que proyectó su acción como las respuestas radiales de un estratega a su intelección unitaria del Conocimiento, muchos de cuyos radios tocan de una manera u otra las enseñanzas cabalísticas.

Parece que ya desde muy joven Lefèvre concibió un diseño didáctico que fue ejecutando paso a paso, no mecánicamente, pero sí conforme a un orden; un proyecto sustentado fundamentalmente en la Filosofía y las Escrituras Sagradas, a las cuales saneó de las muchas superficialidades y enquistamientos que las estaban opacando, inyectándoles una savia joven que vigorizó todo su mensaje.

La Bibliotheca Philosophica Hermetica de Amsterdam dedicó a finales de 2004 una exposición bibliográfica a este sabio nacido en la Picardía hacia 1460, que estudió artes y teología aunque nunca llegara a doctorarse, y que entregó su vida al estudio y la enseñanza. En el cuidado catálogo423 de la muestra se apuntan una serie de informaciones que nos acercan a la dimensión de este personaje:

Se puede ver a Jacques Lefèvre d'Etaples, editor humanista y editor de las fuentes clásicas de la filosofía y la religión, como un exponente francés del mundo renacentista del saber. Los humanistas del Renacimiento se concentraban principalmente en los studia huma­nitatis, que incluían literatura/poesía, retórica, historia, lenguaje (filo­lo­gía, gramática) y filosofía moral. Como la mayoría de sus predecesores humanistas, Lefèvre deseaba proporcionar nuevas ediciones de texto y traducciones fiables de las fuentes clásicas, con el propósito de restaurar los textos originales y a la vez para practicar y cultivar un estilo elegante y crítico. Los intereses de Lefèvre también abarcaban otras ramas de la filosofía y la metafísica, así como la teología, el Hermetismo y el misticismo. El compartió estos intereses con numerosos eruditos y filósofos renacentistas contemporáneos. La última mitad de la carrera de Lefèvre se desarrolló en el contexto político y religioso de la temprana Reforma en la Francia del siglo XVI. Junto a los temas del Renacimiento, en las ediciones de texto y comentarios de Lefèvre, hay cuestiones de la prerre­forma francesa claramente evidentes.

La producción de Lefèvre muestra una destacable –y para algunos, quizás difícil de comprender– variedad de textos y temas. En un intento de explorar y situar esta obra, se han distinguido cuatro orientaciones principales en esta exposición: la filosofía del Renacimiento (el interés principal de los filólogos y filósofos humanistas como el cardenal Bessarion, Marsilio Ficino, Pietro Pomponazzi y Giovanni Pico della Mirandola); la Patrística y la Biblia (Erasmo y Lefèvre, especialmente el interés de éste en el pseudo-Dionisio Areopagita y San Pablo); el misticismo alemán y la Devotio Moderna (Jan Mombaer); y finalmente, Hermetismo y cábala: el impacto de las obras sobre filosofía natural y magia (Juan Trithemio, Charles de Bovelles, Juan Reuchlin y Enrique Cornelio Agrippa). Estas diversas inquietudes, en su conjunto, reflejan la visión cultural y filosófica de Lefèvre y en última instancia, también el desarrollo de su propio sistema de pensamiento (aunque él no fuera un teólogo o un filósofo claramente disciplinado). Lefèvre, en un sentido estrictamente profesional, no era un teólogo aunque se interesaba en la teología, ni tampoco era un filósofo independiente, un hermetista o un místico, si bien fue atraído por el hermetismo y el misticismo medieval. Estas tradiciones (y sus intérpretes como Nicolás de Cusa y Ramón Llull) influenciaron claramente la teoría esotérica del conocimiento de Lefèvre y su teología de la contemplación y la unión mística.424

Nos interesa esta idea de sabio inclasificable –lo que muchas veces incomoda a quien desea tenerlo todo perfectamente catalogado–, de hombre libre que busca, motivación que le llevó a entrar en contacto con los faros intelectuales más luminosos del momento, sumándose de esta manera a esa sutil malla invisible que religó secretamente a tantos sabios de distintos lugares, muchos de los cuales llegaron a conocerse directamente en sus viajes de estudios, pero otros no, aunque por encima de todo mantuvieron estrechos vínculos por su indestructible afiliación a un punto de vista, a una perspectiva, la esotérica, que no es una especie de cosa "rara", sino la identificación directa con las emanaciones del Noûs o Verbo eterno. Pero volvamos al plan de Lefèvre, que bien pronto incluyó los encuentros con Pico y Ficino, sus introductores en la Cábala y la Tradición Hermética.

Giovanni Pico della Mirandola visitó París en 1485, y es tentador especular que ambos se encontraron en esa ocasión. Pico publicó sus 900 Tesis un año más tarde, y De triplici vita de Ficino vino a continuación, en 1489. Puede que ambas obras hayan influenciado a Lefèvre y que las haya leído antes de su primer viaje a Florencia y Roma, en 1491-92. Claramente, Lefèvre había planeado encontrarse con Ficino,425 Pico y el erudito humanista y aristotélico Ermolao Barbaro. Por aquel entonces Lefèvre parecía lo bastante estimulado, especialmente, por la búsqueda de Pico en magia y cábala como para componer una obra detallada sobre magia natural (aprox. 1493). Puede que este interés también haya sido alimentado por Germain de Ganay, el último obispo de Orleans y a quien está dedicada esta obra no publicada. De Ganay, un antiguo patrocinador de Lefèvre, también compartía su interés acerca de la magia caldea, el simbolismo numérico-pitagórico y la prisca theologia con Charles de Bovelles, alumno de Lefèvre. El cabalista cristiano Juan Reuchlin también visitó a Pico en Italia a principios de los noventa. Más tarde, Lefèvre defendería el cabalismo cristiano de Reuchlin en París. En esa época, sin embargo, no parece que Lefèvre haya querido llevar a cabo y publicar estudios propios en los campos de la magia natural práctica, la astrología y la cábala.

Lefèvre comenzó su carrera de editor con una serie de traducciones humanistas de obras de Aristóteles. Los principales eruditos y traductores aristotélicos, entre ellos, Leonardo Bruni, Jorge de Trebizonda, Juan Argyropoulos y Ermolao Barbaro habían trabajado en el pasado para restaurar un Aristóteles purificado; es posible que Lefèvre haya discutido con aquel último la compatibilidad entre la filosofía de Aristóteles y la teología de San Pablo. En la mayoría de los casos, Lefèvre utilizó las traducciones humanistas existentes y en ocasiones las revisó él mismo. También imprimió diferentes versiones en columnas, tal como haría más tarde con sus propias ediciones de textos bíblicos.426

Por otro lado, el importante estudio de Guy Bedouelle Lefèvre d'E­­taples et l’intelligence des Ecritures427 repasa de cerca los pilares sobre los que Lefèvre fue erigiendo su bastión intelectual, el cual se proyectó fundamentalmente en dos frentes: la edición de textos que consideraba claves para acceder al Conocimiento y la enseñanza durante años a sus discípulos del Colegio del cardenal Lemoine, así como sus clases de artes liberales, matemáticas y filosofía en la Facultad de Artes. Del capítulo que Bedouelle dedica a la época en que Lefèvre empieza a estudiar y a escribir sobre magia, hermetismo y cábala, destacamos:

En 1493, Lefèvre compuso un tratado De Magia Naturali cuyo manuscrito se conserva en la Biblioteca Vaticana. Este tratado, de hecho, jamás fue editado ya que las circunstancias impidieron de alguna manera a Lefèvre imprimirlo. 1493 es, en efecto, el año del "caso" de Simón Phares. Simón Phares (nacido en 1440 en Meung-sur-Loire) fue un astrólogo que se estableció en Lyon en 1488: allí abrió un verdadero gabinete astrológico que reunía más de doscientos volúmenes de magia y astronomía. Fue consultado por el rey Carlos VIII en ese mismo año 1493 y nombrado astrónomo real. El arzobispo de Lyon hizo que se le embargasen una cuarentena de volúmenes. Condenado por la oficialidad, Simón de Phares hizo una apelación y fue condenado de nuevo, esta vez por la Sorbona, en febrero de 1494. Encarcelado en Lyon y luego en París, dirigió al rey una Historia de los más célebres astrólogos. (…)
Es difícil decir qué representó exactamente la "magia natural" para Lefèvre: "Una disciplina práctica que busca probar los efectos secretos de la filosofía… fundada en el estudio del cielo y de la tierra".


Lefèvre D'Etaples acompañado de François du Moulin presenta uno de sus libros a la reina Luisa de Saboya.

Para Lefèvre, los magos, "los Caldeos", fueron ante todo filósofos. Los había evocado en su prefacio a los diálogos sobre la Metafísica publicados a principios de 1494. Nos declara, en efecto: "la Metafísica, este opus theologicum, ya la han tratado los sacerdotes egipcios y los magos caldeos". El segundo libro del Traité de la Magie exponía los misterios de los números tal como los comprendían los Pitagóricos y la Cábala. Este tema prevalecerá siempre en Lefèvre. Lo tratará de manera explícita en el Quincuplex Psalterium, después de haberlo profundizado con la lectura de las obras de Reuchlin. Tema, el de la mística de los números, que transmitirá a sus discípulos Charles des Bouvelles, Michel Hummelberg y hasta al muy ortodoxo Josse Clichtove. Tema en las fronteras de la teología, la Biblia y el ocultismo.


Charles de Bouvelles, Liber de intellectu. Henri Estienne para Jean Petit, París, 1511.

 

Se puede decir que Lefèvre conservará esta atracción por una mística oculta como una tentación de sus años de joven profesor. Este gusto por la mística esotérica debió ser también conocido por Enrique Cornelio Agrippa (1486-1535) quien estableció relaciones epistolares con él en 1519, en el momento de la controversia exegética sobre santa Ana: Agrippa defendió la tesis de Lefèvre contra los dominicos de Metz. (…)

De haber seguido su primer instinto, Lefèvre habría podido ser otro Agrippa. Pero por razones que ignoramos, probablemente ligadas a las dificultades con las que se encontró Simón de Phares, Lefèvre prefirió alejarse de las ciencias que son de todas maneras, al menos según Agrippa, los preliminares de las ciencias secretas.428

Pero por nuestra parte no vemos que Lefèvre abandonara esos intereses, o mejor ese punto de vista al que nos referíamos antes, aunque sí adoptó grandes medidas cautelares frente a la potente y dogmática Iglesia católica y también ante los peligros que veía en el uso o aplicación desviada de la magia y la Cábala. Sin embargo, sus decisiones editoriales muestran su tesón por abrir espacios a la difusión de obras que realzan el valor del simbolismo numérico-pitagórico-cabalístico, que él acabaría aplicando a la interpretación y comentario bíblico, lo que imprime un sello cristiano al posterior desarrollo de la Cábala en Francia.

En esta línea de transmisión del simbolismo numérico, Lefèvre publicó varias obras, entre las que destacamos las Arithmetica demostrata de Jordanus Nemorarius con la Epitome sobre la Arithmetica de Boecio y también Rithmimachiae ludus, diálogo entre un matemático de la escuela pitagórica y dos de sus discípulos. En el prólogo de una obra que dedica a Ganay, según explica Bedouelle:

después de citar la inscripción de la Academia de Platón: "Nemo huc mathematice expers introeat", otorga a los números un lugar en la interpretación de la Escritura Santa: "Antes, la antigua teología se apoyaba por entero tanto sobre los números como sobre los grados que van hacia las cosas divinas; ahora, los números aún guardan sus misterios en las santas letras".429

Además, en 1494 hizo editar el tratado Liber de sapientia et potestate Dei atribuido a Hermes Trismegisto,430 y en 1505 reeditó el Poimandrés, al que adjuntó el Asclepios y el tratado de Lazzarelli titulado Crater Hermetis, ediciones prologadas y anotadas por él mismo. Por otra parte, en su viaje a Italia le presentan tres preciosas joyas, las obras de Ramón Llull, Nicolás de Cusa y Dionisio Areopagita, que incorporará en su diseño. Son, como vemos, unos años de descubrimientos, dedicados a reunir lo que estaba disperso y a afianzar unos sólidos cimientos para la reconstrucción, y luego difusión, de toda esa luz intelectual.

Evidentemente, fue la visita a Florencia en 1491-92 y especialmente los encuentros con Ficino y Pico los que inspiraron el estudio de los escritos herméticos y cristiano-cabalísticos a Lefèvre. Sin embargo, durante esa visita, Lefèvre también leyó el Liber contemplationis del catalán Ramón Llull por vez primera. Lefèvre, a diferencia de su alumno Bovelles a quien había introducido a Llull, no penetró demasiado profundamente en el sistema del Ars combinatoria de Llull, sino que se aproximó y benefició de las ideas especulativas del catalán más indirectamente por medio de su lectura del Cusano, cuyas obras publicaría en 1514. No obstante, Lefèvre editó durante su carrera un total de ocho publicaciones con selecciones de obras de Llull, entre las cuales hay siete primeras ediciones. Las obras seleccionadas tendían a ser acerca de temas como la regeneración moral del hombre, la conformidad del pensamiento a los actos, un acercamiento simple y directo a Dios. Es posible que Ficino haya introducido a Lefèvre en Dionisio Areopagita más o menos al mismo tiempo. Junto a los Padres de la Iglesia y los místicos medievales, el corpus de Dionisio,431 el Cusano y Ramón Llull432 fueron los escritos esenciales que influenciaron a Lefèvre en el desarrollo del núcleo de su pensamiento. A la vez, se puede argumentar la muy temprana presencia de la mayoría de estos textos en la vida y la carrera de Lefèvre, que se desplegó como el desarrollo de un programa concebido previamente.433

Por todo lo que ya hemos tratado sobre Llull, Cusa, Pico y Ficino, así como de Reuchlin y Egidio de Viterbo –los que también se relacionaron con Lefèvre–, es fácil advertir que el tema cabalístico lo recibió a través de las elaboraciones, síntesis y meditaciones de estos sabios, enrolados todos en la gran tarea de mantener palpitante el esoterismo, y con él, la cultura y vida espiritual de Occidente. En cuanto a la influencia del Cusano sobre nuestro autor, queremos aportar un interesante esquema (ver pág. 487) que ilustra una de las obras que publicó del cardenal, en el que aborda un tema cabalístico como es el de la luz y las tinieblas, dos formas de referirse a la dualidad cósmica, expresadas sintéticamente en las dos columnas del Arbol de la Vida, y que Lefèvre pone además en correspondencia con los mundos o planos cósmicos. Primero, una pequeña explicación:

El curioso reparto espacial de la luz y las tinieblas en las tres teologías está inspirada sin duda en la figura paradigmática de las Conjeturas de 1440; "Imagina una pirámide de luz que avanza en las tinieblas y una pirámide de tinieblas que avanza en la luz… observa que Dios, que es unidad, es de alguna manera la base de la luz, la base de las tinieblas y como la nada… Es en luz en lo que abunda el mundo superior tal como tú lo observas con tus ojos, no porque esté exento de tinieblas, sino porque a causa de su simplicidad se las cree absorbidas por la luz". Y Lefèvre intenta visualizar la intuición de Nicolás de Cusa mediante un esquema que reproduce en su edición.434

Lefèvre también ha sido señalado como un restaurador de la filosofía de Aristóteles, cosa afirmada por el mismo Reuchlin,435 ubicando a ese antiguo filósofo en un lugar destacado, aunque no el más alto, dentro de la escala del conocimiento. En una contribución a una obra compilatoria sobre el Humanismo en Francia, E. F. Rice apunta:

La Introductio metaphysica de Lefèvre da la respuesta y una clave de su actitud hacia Aristóteles:
"Está escrito que los sacerdotes de Egipto y los magos caldeos meditaban antiguamente en los misterios divinos y que fueron ellos quienes transmitieron este conocimiento a los filósofos. (…) Por su parte, los filósofos nos han dejado la filosofía divina, que ellos llaman metafísica y teología. (…) La teología de los aristotélicos está de acuerdo y se une con la sabiduría cristiana en gran armonía y concordia. Me ha parecido adecuado, pues, preparar unas introducciones explicativas sencillas para los seis primeros libros de la Metafísica para brindar a otros la oportunidad de comprender la metafísica divina y de pensar más indulgentemente en los filósofos píos, a quienes Dios hizo sacerdotes y profetas suyos en su tiempo, antorchas que brillan incluso en nuestros días, pues si bien Dios, que ilumina a todos los hombres, aún no había aparecido visiblemente en el mundo, El, que es una luz ilimitada e
infinita que brilla en todas las edades, les iluminó desde el cielo".436

 

 

Y agrega:

No debemos exagerar el entusiasmo de Lefèvre por Aristóteles. Sus intereses intelectuales principales reflejan su ambición "de unir la sabiduría y la piedad con la elocuencia", y era para fomentar este propósito por lo que trabajó en la restauración de una filosofía aristotélica pura. Pero el estudio de Aristóteles era en definitiva un estadio muy transitorio en un programa basado en un ascenso gradual desde el conocimiento de los particulares sensibles a la contemplación de las cosas divinas.

El mismo Lefèvre escribió en 1506:

Para el conocimiento de la filosofía natural, para el conocimiento de la ética, la política y la economía, bebe de la fuente de un Aristóteles purificado (…) Aquellos que desean establecerse una meta más alta y un gozo mayor se prepararán estudiando la Metafísica de Aristóteles, que trata de la filosofía primera y supramundana. Pasa de ello a una lectura reverente de la escritura guiado por Cipriano, Hilario, Orígenes, Jerónimo, Agustín, Crisóstomo, Atanasio, Nacianzeno, Juan de Damasco y otros Padres. Una vez que estos estudios hayan purificado la mente y disciplinado los sentidos (y siempre que uno haya extirpado el vicio y lleve una vida recta y adecuada), la inteligencia generosa podrá entonces aspirar a escalar gradualmente las alturas de la contemplación, instruida por Nicolás de Cusa, el divino Dionisio, y otros como ellos. 437

Lefèvre tenía esbozado de alguna manera su programa educa­tivo en 1506, año en el que realiza su tercer viaje a Italia y en el que redacta su Politicorum Libri orto (1507) en cuyo prefacio expone muchos de sus pensamientos. Luego, en 1508, protegido por el abad Briçonnet, se va a vivir a Saint-Germain-des-Prés. Durante un tiempo le tienta la idea de abandonar los ajetreos del mundo y dedicarse por entero a la vida monacal y a la contemplación, pero su círculo de allegados, colaboradores y discípulos lo disuaden, y creemos que también la asunción de una misión que excedía sus deseos particulares, o sea, reconocer la asignación de una labor relacionada con los designios de los hados, que siempre precisan de la libre disposición y total entrega de aquellos que se saben mediadores entre los dioses y los hombres, portadores de sus mensajes,438 y por ello, recreadores del universo. Y aunque a veces afloren las flaquezas, los titubeos y se interpongan yerros o comodidades, siempre vence el reclamo de la anhelada Libertad, que no se conquista si no es con grandes dosis de sacrificio y el Amor a lo más alto, al Unico innombrable. Aunque también es cierto que, según lo tiene claro la Cábala, sólo la negación absoluta, de todo, arranca al alma de la ilusión y la devuelve a la conciencia de ese estado no limitado por nada. Así es que afirmación y negación no pueden dejar de entrelazarse en la compleja labor de deificación.

Sumándose a la encarnación de estas realidades, Lefèvre seguirá, pues, con sus viajes; recorrerá las tierras del Rhin buscando manuscritos de los místicos renanos y también de Cusa, los que pu­blicará más adelante. También escribirá unos Comentarios a las Epístolas de San Pablo, una historia sobre María Magdalena (que le empezará a acarrear problemas con la Inquisición) y unos Comentarios a los Evangelios que ya le supondrán ser totalmente sospechoso de herejía, lo que se agravará todavía más por sus contactos con Erasmo, y por la defensa de Reuchlin cuando éste es acusado de hereje. Pero entre luchas y controversias nunca abandonará sus funciones.

Los últimos años de su vida es nombrado por Francisco I tutor de tres infantes reales y bibliotecario de la colección real de Blois. Margarita de Navarra, hermana del rey, lo apoyará hasta el último momento, tan es así que morirá en la propia residencia real. Pero Lefèvre deja tras sí una enorme impronta, tanto en sus discípulos como a nivel editorial, siendo que su proyecto fue tomado como fundamento para la renovación intelectual de su país, aunque bien pronto la Reforma ahogó ese espíritu. No queremos terminar sin referirnos a sus traducciones de los Evangelios y de toda la Biblia al francés, así como al Quincuplex Psalterium, en el que veladamente, además de todo lo referido con anterioridad, también reflejará sus conocimientos cabalísticos.

Lefèvre ha consagrado algunas páginas a los Nombres de Dios en el Quincuplex.439 Ellas contrastan con la exposición metódica de los Salmos y sus notas críticas. Aquellas le parecieron importantes a nuestro autor, pues en la secunda emissio llaman todavía más la atención del lector que en 1509, en particular por su presentación muy elegante de los caracteres hebreos rojos o negros, que fueron la admiración de sus contemporáneos.
Lefèvre distingue los diez Nombres de Dios revelados por San Jerónimo de los otros cinco recogidos en los Salmos: Sur, Abir, Jesús (que significa Salvador, con su plural Jesuoth) y finalmente Me­siah, que quiere decir Cristo… "Nissi Mesiah verbum et spiritum esse magni et arcani nominis Dei (…)" Y continúa así: "Sólo los bautizados o los instruidos por el bautismo pueden ver y creer –creer en efecto es ver". Que Dios sea a la vez tres y uno y que el nombre del Tetragramma sea tres y uno, que Adonai y Elohim que son los plurales signifiquen también los nombres El, Eloha, Elohe y los demás singulares, uno lo ve una vez que el misterio se ha desvelado.440

Este aglutinador del saber, que se embebió de la Cábala, el Hermetismo y la esencia del Cristianismo, marcó una línea de trabajo, seguida por muchos de sus descendientes, y sobre todo insinuó el principio y fin al que deben dirigirse todas estas labores: "Prima the­ologia in silentio docet" (La primera teología se enseña en silencio).


NOTAS
423
424 Ibid., pág. 21.
425 Ambos sabios mantuvieron estrechos vínculos, más allá de los estrictamente personales, tal como demuestra el siguiente extracto de una obra de E. Garín ya citada, Hermétisme et Renaissance…, op, cit., pág. 19, que dice: "Pero Faber (un sobrenombre de Lefèvre), ya había publicado en realidad los textos herméticos, siempre en París, con Wolfgang Hopyl, en 1494, 'por amor de Marsilio Ficino que venero como padre y que ha sido guiado por la gran sabiduría de Mercurio'".
426 Ibid., pág. 24.
427 Guy Bedouelle, Lefèvre d’Etaples et l’intelligence des Ecritures. Librairie Droz, Genève, 1976.
428 Ibid., pág. 36-38.
429 Ibid., pág. 38-39.
430 Esta es la primera edición del Corpus Hermeticum en Francia.
431 De este autor, que tantos armónicos guarda con el pensamiento cabalístico, publica las siguientes obras: Hiérarchie céleste, Hiérarchie Ecclésiastique, Noms divins y Theologie mystique, seguidas de once cartas.
432 Del mallorquín hace editar: Contemplaciones, al que agrega una parte de Blanquerna; también, Proverbios, Arbor Philosophiae Amoris y algunas más.
433 Drink from this fountain. Jacques Lefèvre d’Etaples…, op. cit., pág. 47.
434 Lefèvre d’Etaples et l’intelligence…, op. cit., pág. 64-65. Y en nota Bedouelle cita los momentos en los que Lefèvre, en sus comentarios bíblicos, se refiere a otros temas que ya hemos explicado en el acápite del Cusano, tal el de la coincidentia oppositorum y el de la docta ignorantia.
435 Ver la cita del De Arte Cabalistica, que reproducimos en la pág. 245 de nuestro libro.
436 Eugene F. Rice, jr, "Humanist Aristotelianism in France. Jacques Lefèvre d'E­taples and his circle", en: Humanism in France at the end of the Middle Ages and in the early Renaissance. Manchester University Press, New York, 1970, pág. 141. Edición a cargo de A. H. T. Levi.
437 Ibid., pág. 143.
438 Decía en una de sus obras: "Nosotros no hablamos con palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino por la doctrina del Espíritu al comparar las cosas espirituales con las espirituales", y en otro lugar: "Uno es conducido por el Espíritu a la inteligencia de las escrituras sagradas y de los profetas que son el don espiritual de este espíritu, y los comprende claramente". En Bedouelle, op. cit., pág. 186. Y además: "Si alguien quiere comprender, que lo reclame al Espíritu, ya que no es uno mismo quien comprende, sino Dios en él". Ibid., pág. 187. 
439 Se sabe que Agostino Giustiniani conoció y admiró esta obra, publicando él mismo un psalterio, en este caso óctuple.
440 Lefèvre d’Etaples et l’intelligence…, op. cit., pág. 86-87.